miércoles, 24 de junio de 2015

Una enfermedad

Querido hijo: de las miles enfermedades que sufrimos o que podemos sufrir, hay una en especial que me llama la atención, aunque creo que a estas alturas es más una pandemia que un simple padecimiento.

Puede llegar a invadirnos, a contagiarnos, en los lugares menos esperados: en la calle, mientras esperamos a que el semáforo cambie de color. En un estadio, mientras vemos un partido de fútbol. Incluso, en nuestras casas, mientras estamos con quienes amamos.
Se trata de un terrible virus, que se expande con gran facilidad, ni siquiera es necesario el contacto con otra persona para que se propague. Pareciera que nacemos con él, o ella. Te estoy hablando de la ira, del mal genio, un problema no tan sencillo de curar, un mal que nos domina a diario. Algunas veces aparece por esa insana costumbre de creer que tener la razón, tener la última palabra es lo más importante. Como si siempre existiera una y sola una verdad y, por supuesto, esa verdad es la “mía”. Creemos — queremos —  tener la razón todo el tiempo, estamos convencidos de que la tenemos, y somos capaces de cualquier cosa con tal de demostrarlo. Como si fuera tan importante que alguien, alguno, tenga la razón. Otras veces llega por un simple mal entendido, al que no le damos la oportunidad de aclararse.

Pero no se trata solo de quién tiene la razón y quién no, o de una simple y pasajera pataleta. Es algo que llevamos mucho más allá, que nos domina hasta el punto de convertirlo en una costumbre diaria, porque además, lucirla está bien, muy bien, porque nos hace parecer con carácter y, según dicen, esto es muy importante. No dar el brazo a torcer nunca, no parecer que somos débiles.

Andamos por la vida llenos de odio, de rabia, de mal genio. Poco importa que quien tengamos frente a nosotros sea un desconocido o incluso, un amigo, familiar, nuestra pareja, nuestros papás o nuestros hijos. Todos deben recibir nuestra furia. Somos incapaces de expresarnos de otra forma, de exteriorizarlo, de hacer entender a otros qué sucede, de marcar el error del otro — que es lo que más deseamos — si no es con un grito, o acentuando con fuerza las palabras pronunciadas.

Querido hijo, no quiero que te atragantes por no exteriorizar lo que te cause rabia, pero tampoco quiero que a diario maltrates a quienes te rodean. Ten presente que el grito te libera a ti, pero puede llegar maltratar severamente a quien lo recibe. Sé inteligente, ten el cuidado de quien cuenta o escribe historias y trata de que cada palabra sea dicha de la mejor forma para no arruinar lo que quiere contar. Que el odio y la rabia no sean tu motor, no estén presentes en tu corazón. 

martes, 25 de noviembre de 2014

Educación

Querido hijo: en estos días tan caóticos —¿han habido días que no sean caóticos en la humanidad?—, la gente habla de lo importante que es la educación —la educación de calidad, por supuesto—, de los valores que se inculcan en casa, y de cómo la suma de estas cosas es o sería la gran solución a muchos de los problemas que aquejan esta sociedad. Sin embargo, ¿no es a caso eso lo que han recibido muchos —la mayoría— de los corruptos políticos que nos gobiernan? ¿No es a caso eso lo que han recibido muchos —la mayoría— de los ambiciosos empresarios que nos venden día a día las cosas que necesitamos—y las que no— en nuestros hogares¿ ¿No es a caso eso lo que han recibido esos pedófilos sacerdotes, esos descorazonados científicos que crean enfermedades y antídotos con un alto costo ambiental y social, y tantos más? 

Entonces, me pregunto si vale la pena que pierdas horas y horas de tus días tratando de aprender cosas que olvidarás en poco tiempo, no por culpa tuya, sino porque son completamente inútiles. Sin embargo, cuando vayas a pedir trabajo serás más valorado si en tu currículo dices que pasaste por muchos de estos sitio, serás valorado por las mentiras que digas sobre ti mismo y por último si medirán tus habilidades, tu creatividad y tus ganas.

Parece que la gente olvidó enseñar algo, parece que la gente se niega a aprender algo y es ser buena persona, con todo lo que esto significa; ayudar al que lo necesita; entender que el dinero es importante, pero no lo es todo; ser feliz con poco y tantas cosas más. 

Querido hijo: lucha por tu educación, que en últimas depende solo de ti.


martes, 21 de octubre de 2014

GRITAR

QUERIDO HIJO:
LA GENTE QUIERE GRITAR, 
LE URGE GRITAR;
LEVANTAN SUS VOCES
TRATANDO DE TAPAR OTRAS 
QUE QUIEREN LO MISMO,
POR LO CUAL,
ES IMPOSIBLE SABER
QUÉ ES LO QUE DICEN.
PARECE QUE ALGUIEN
LES HA HECHO CREER
QUE ESTA ES LA MEJOR,
Y TAL VEZ LA ÚNICA,
FORMA DE HACERSE ESCUCHAR,
DE HACER VALER
LO QUE SE PIENSA.

GRITAN EN SUS CASAS,
GRITAN EN LA CALLE,
GRITAN EN EL TRABAJO,
(INCLUSO) 
GRITAN EN SU SUEÑOS,
Y CUANDO VAN EN SUS CARROS,
COMO ES TAN DIFÍCIL 
QUE OTROS SEPAN
QUE ESTÁN GRITANDO,
USAN LAS GARGANTAS
DE ESTOS QUE SON
MUCHO MÁS PODEROSAS
Y EN CADA SEMÁFORO,
O EN CADA KILÓMETRO 
QUE AVANZAN, 
DEJAN SU BEEEEEP
RETUMBANDO EN EL AIRE.

Querido hijo: no grites, no gritemos. Sólo en el silencio seremos capaces de oír (oírnos) mejor, incluso de ver (vernos) mejor. Sólo en el silencio seremos capaces de encontrarnos con nosotros mismos, con lo que somos.

martes, 23 de septiembre de 2014

Descubriendo

Querido hijo, pasan los meses y ya tienes 1 año. Son tantas las cosas que pasan en tu cuerpo, tantos los cambios que sufres constantemente. Por ejemplo, por estos días andas desafiando a la gravedad y tu cola y tus piernas tratan de lograr la gran proeza de levantarse del suelo y mantenerse elevadas la mayor cantidad de segundos posibles; tus dientes están seguros de poder cortarlo todo, sea comida o sea simplemente un dedo (de papá o mamá); tus ojos saben que hay un mundo por descubrir y por eso permanecen bien abiertos a la espera de que aparezca en su camino alguna luz que titile o simplemente algún resto de comida o de basura en el piso que merezca ser probado por tu boca; tu garganta sabe que no está sola, ha encontrado las cuerdas vocales y por eso es bastante frecuente que demuestre la felicidad que esto le produce con gritos, palabras y carcajadas (también llantos).

Todo esto me hace pensar en lo maravillosa que es la vida, en el gran milagro de la existencia, en la conquista de nuestros sentidos y de nuestro cuerpo, pero también me hace preguntarme en qué momento nos olvidamos que esa conquista puede y debe ser constante, porque hay millones de sabores, olores, paisajes, obstáculos que desconocemos y desconoceremos. En qué momento "el conquistador se volvió esclavo de lo que conquistó" y comenzamos a preocuparnos más porque el espejo no revele las marcas de nuestro paso por la vida. En qué momento la vanidad nos tomó como sus rehenes (o nosotros a ella). En qué momento nos comenzó a generar intranquilidad el hecho de pensarnos a nosotros en el futuro, olvidándonos de nosotros hoy. Por qué sentimos que los años pesan, que son una carga y nos resistimos a simple y llanamente vivir. Por qué repudiamos tanto la guerra que se libra afuera con armas y tóxicos, pero libramos internamente terribles y violentas cruzadas que nos deprimen, que deforman nuestros cuerpos, que nos convierten en seres tan violentos como esos de la televisión, los periódicos e internet. Por qué queremos ayudar siempre al otro y nos olvidamos de ayudarnos a nosotros mismos.

Querido hijo, pasan los meses y ya tienes un año, no paras de crecer. Espero que con el paso de los días, de los meses y de los años este crecimiento físico y mental no se detenga, porque como lo dijo alguna vez alguien: "soy del tamaño de lo que veo", y con tantas maravillas que hay por descubrir y redescubrir, sería una pena dejar de hacerlo. Sigamos creciendo juntos.

viernes, 7 de marzo de 2014

A correr!

Querido hijo, ¿a dónde va la gente con tanta prisa?

Parece que finalmente el reloj ha ganado la guerra, nos ha conquistado, nos domina segundo a segundo. Basta salir a la calle para ver a la gente caminar rápidamente, ignorando qué clima hace, las cosas que puede estar bañando el sol con su luz o, pero aún, simulando que está solo en ellas, que no hay más personas. Parece como si existiera un manual de comportamiento en este espacio y fuera obligatorio aprendérselo. Caminar lo más rápido que se pueda y que el ángulo de visión esté siempre a la altura de los hombros, prohibiendo mirar muy arriba o muy abajo, para evitar sorpresas desagradables.

En cada celular un reloj, en cada televisor un reloj, en cada pulsera un reloj, en cada edificio un reloj, en cada impresora, nevera, microondas, y hasta zapato, un reloj. Y es que nadie quiere llegar tarde, nadie aparentemente puede darse ese lujo, aunque a la final todos incumplan por un rango basta amplio esa cita para la que están corriendo, que a la fina termina siendo una pequeña mentira de esas que muy a menudo la gente se dice a sí misma, porque no hay razón para correr, porque sí hay tiempo.

Y yo... yo solo quiero que alguien invente algo para detener esa locura. Porque quiero pasar mis días junto a ti, quiero verte crecer sin prisa, no quiero ser el padre ausente que ve a su hijo de lunes a viernes en un horario en el que o está muy dormido, por lo temprano que es, o está muy cansado porque tuvo que pasar todo el día haciendo eso que llaman "ganarse el pan de cada día", que al fin de cuentas tiene mucho (todo) que ver con el reloj.

No estoy diciendo que quiero renunciar al mundo, que quiero renunciar a mis pasiones, solo estoy diciendo que quiero tiempo, más tiempo, para estar junto a ti. De seguro alguien me dirá que agradezca porque hay gente queriendo y necesitando trabajar o, que a muchos les toca llevar una rutina mucho más intensa que la mía. Pues sí, muy seguramente así es, porque todos somos esclavos de don reloj que al final solo es uno de los tantos disfraces de don dinero.  Por eso hablo por mi, no hablo por nadie más. El que lo disfrute, pues que lo siga viviendo, que tiempo es lo que les da a estas personas el reloj.

Querido hijo, no corras; quedémonos quieticos acá.


martes, 4 de febrero de 2014

El despertador

Querido hijo, mañana seguramente oirás el despertador a las 6.30 de la mañana y muy seguramente te preguntarás, por qué?

Me gustaría decirte que me despierto a esta hora para hacer algo que nos va a dar dinero o para hacer algo que me va a dar reconocimiento y me dará la posibilidad de participar en otros proyectos, o incluso, de conocer personas geniales. Pero la verdad es que muy seguramente nada de eso ocurrirá y tampoco son esas mis aspiraciones.

Me despierto temprano para soñar con los ojos abiertos, para escribir historias que muy posiblemente no saldrán de estas cuatro paredes, de estos cuadernos o de esta pantalla. Me despierto temprano para leer con total tranquilidad, o parcial porque el reloj siempre apura, siempre está ahí amenazado con marcar la hora en que debo suspenderlo todo para salir corriendo a una oficina, que si te descuidas te termina absorbiendo por completo.  Me despierto para llenar mi cerebro de magia.

No es fácil tener la disciplina para lograrlo, o al menos no ha sido fácil para mi. Siempre habrá una excusa válida para pasar 2 horas más en la cama. Pero ahora que lo he logrado, solo puedo decirte que aunque tus ojos se cansen más rápido y eso signifique acostarte a dormir más temprano, vale la pena. Vale la pena sentir al sol despertar, oír al viento casi libre de murmullos y quejas, libre de tanta humanidad. Vale la pena llenarse de energía y salir despierto de casa, salir impregnado de tinta, de mundos paralelos.

Querido hijo, despierta. Es hora de soñar.

domingo, 8 de diciembre de 2013

La felicidad

Querido hijo:

Han pasado varios días (semanas) desde la última vez que te escribí. No quiero que pienses que lo hice porque en mis palabras ya no estás, al contrario, tu nacimiento ha sido una fuente de inspiración, y ahora ando tratando de organizarme para no dejar escapar este impulso que me has dado. Pero hoy, he decidido hacer una pequeña pausa para hablarte de algo que me anda rondando la cabeza. La felicidad.

Vas a encontrarte a mucha gente hablando de la felicidad, así como vas a encontrarte con una gran cantidad de definiciones sobre esta palabra, sin embargo, me gustaría que tú mismo, encuentres su significado y le des sentido. (Nunca me había preguntado por su definición en el diccionario y, ahora que la busco, me encuentro con esto: "Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien", y es que justamente, lo que me preocupa, lo que me llevó a escribir esto, es que llegaras a asociar la felicidad como una posesión o un bien).

En mi opinión, la felicidad no tienen nada que ver con hacer, en cambio, tiene mucho (todo) que ver con ser. Pero ser, somos desde que nacemos, incluso desde antes, desde el preciso instante en que comenzaste a habitar el vientre de tu mami. Sin embargo, en algún momento experimentarás un segundo nacimiento o muchos nacimiento más en esta vida (deberás luchar por eso). Y eso sucederá cuando encuentres tu lugar en el mundo, cuando te encuentres a ti mismo, cuando encuentres tu canción, no necesitarás dinero para ser feliz, no necesitarás un empleo, comodidades, lujos, etc. Aunque te falten cosas materiales y aunque algunas de esas cosas, en apariencia, sean necesarias para sobrevivir, podrás mirarte con total tranquilidad al espejo y podrás decirte a ti mismo: "Soy feliz". El resto de cosas irán de un lado a otro, llegando a tus manos y alejándose de ellas. 

Querido hijo, lucha por tu felicidad, trabaja por ella, por alcanzarla a toda costa, por conservarla como un gran tesoro, ya que será ella la que te permitirá brillar, la que te hará libre; será ella la que no dejará que el miedo llegue a tu corazón y te haga su esclavo, al atarte e impedirte seguir descubriendo nuevos rincones de tu existencia.